Paola Martínez
La estrella del rugby en Colombia
Artículo publicado en Cartilla para Deportistas. Proyecto Sport Power. Arcángeles/Usaid
2018
2018
Paola Martínez nació hace 23 años en Otanche, municipio conocido por ser una de las fuentes de las mejores esmeraldas del mundo. Una noche, cuando tenía 16 años, viajando en una motocicleta, sin autorización de sus padres, sin permiso de conducción, y sin casco protector; tuvo un accidente que le cambió la vida. Debido a la oscuridad, a las malas condiciones de la carretera y a la alta velocidad que llevaba, en una curva del camino (del destino) perdió el control y se estrelló de frente contra un grupo de vacas que se encontraban en la carretera. En ese entonces Paola estaba cursando grado 11, “estaba llena de planes, de cosas por hacer” y preparándose para ingresar a la universidad a estudiar medicina.
El
accidente le generó una lesión de la columna vertebral a nivel cervical que le
produjo cambios significativos en su cuerpo, particularmente la limitación de
su movilidad, el funcionamiento de sus órganos internos y la disminución de la sensibilidad. El dictamen médico fue
una terrible noticia para su familia, pero sobre todo para ella, “nunca iba a volver a mover ningún miembro del
cuello hacia abajo”. A partir de
entonces Paola empezó a depender totalmente de otras
personas para realizar cualquier tipo de actividad incluyendo su desplazamiento
en silla de ruedas.
“Para nadie es fácil pasar de estar bien, es
decir hacer todo por sí mismo, bañarse, cepillarse, cambiarse, trasladarse,
entre otras muchas cosas, a pasar a una silla de ruedas y tener que depender de
otra persona hasta para lo más mínimo, porque nada más terrible que depender de
otra persona”.
Así como le cambió el
cuerpo y sus rutinas diarias, así mismo cambió su actitud ante la vida, ya no
era la chica feliz, alegre y sonriente que todos conocían; se convirtió en una
persona triste y sin ninguna expectativa de futuro. La nueva situación de dependencia la llevó a
perder todas sus ilusiones e incluso la llegó a considerar que su vida no tenía
sentido: “…No entendía por qué me había
pasado eso y lo único que quería era morir en ese hospital”
Con el accidente todos
sus planes se fueron al piso, no pudo continuar son sus estudios y su familia,
buscando generarle mejores opciones de desarrollo, se trasladó a una ciudad más
grande, en donde Paola tuvo mejores opciones de rehabilitación, pero que
implicó que todos tuvieran que esforzarse demasiado para sostenerse económicamente
y luego de un corto tiempo tuvieron que regresar a su pueblo.
Al cabo de tres años
hubo un nuevo traslado, esta vez hacia Bogotá en donde tuvo acceso a terapias
más especializadas. Fue allí en donde
conoció a otras personas con condición similar hecho que le permitió ver las
cosas de otra manera y en la medida que iba logrando mayores rangos de
movimiento y que lograba algunos niveles de suficiencia para la vida cotidiana,
se fue dando también una transformación interna, se fue haciendo más fuerte.
Durante las jornadas de
terapias conoció a un jugador de la selección nacional de rugby en silla de
ruedas, deporte del que ella, como la mayoría de la gente, nunca había
escuchado. El jugador le contó sobre el rugby,
la rigurosidad de los entrenamientos, la dinámica de las competencias y de cómo
a través de las prácticas se lograban mejorías a nivel físico y a nivel
psicológico.
A Paola le interesó todo lo que le relataron, pero lo que más le llamó la atención fue que a pesar de que la lesión de él era mucho más compleja que la que ella había adquirido, el deportista evidenciaba mayores rangos de movimiento y lo más interesante, era que él se movilizaba solo por la ciudad, sin necesidad de alguien que lo apoyara. Otra de las cosas que más le causó curiosidad es que el rugby es un deporte mixto, es decir, que no hay equipos masculinos o femeninos exclusivamente, sino que en la cancha compiten hombres y mujeres en igualdad de condiciones.
A Paola le interesó todo lo que le relataron, pero lo que más le llamó la atención fue que a pesar de que la lesión de él era mucho más compleja que la que ella había adquirido, el deportista evidenciaba mayores rangos de movimiento y lo más interesante, era que él se movilizaba solo por la ciudad, sin necesidad de alguien que lo apoyara. Otra de las cosas que más le causó curiosidad es que el rugby es un deporte mixto, es decir, que no hay equipos masculinos o femeninos exclusivamente, sino que en la cancha compiten hombres y mujeres en igualdad de condiciones.
El jugador la invitó a
observar un entrenamiento y en caso que decidiera practicar se uniera al
equipo. Fue así como decidió acudir a la
práctica para entender mejor qué era aquello del rugby en silla de ruedas. En ese momento ella no sabía que esta
invitación le cambiaría la vida nuevamente.
“Fui a verlos entrenar y de inmediato me enamoré
del deporte, fue amor a primera vista, ver cómo chocaban, cómo corrían. Ver que había otras personas con la misma
lesión mía y que estaban muy recuperados me entusiasmó mucho y me motivó para
empezar a entrenar”. Con esta motivación y con una fuerza interior que
ella misma desconocía se enfrentó a su primer día de entrenamiento.
“Al
principio me acompañaba mi mamá, pero un día me dije, si ellos pueden irse
solos, yo también puedo, así que decidí llegar al entrenamiento por mis
propios medios”. El primer día tomé un alimentador,
luego el Transmilenio y después rodé hasta el coliseo. Fue tan emocionante que lloré de la
felicidad, sentí que había logrado algo que hacía mucho no hacía, ser
independiente nuevamente. Fue algo muy bonito y así empecé a entrenar muy
juiciosa”.
Cuando se inició el
proceso de entrenamiento la familia y los amigos tuvieron mucha resistencia
para su participación en el rugby en silla de ruedas. Desde afuera se ve como un deporte muy agresivo
y había un temor que debido al choque permanente de las sillas se pudiera
empeorar su condición física o quizás se pudiera afectar la cirugía que le
habían realizado en la columna. Ante su interés por la práctica deportiva le
recomendaron otras modalidades, pero los argumentos sobraron, Paola ya había
encontrado una nueva motivación en su vida y así se lo hizo saber a sus padres,
quienes, ante el entusiasmo y el compromiso demostrado por Paola, respetaron su
decisión y desde entonces le brindaron todo su apoyo.
Al principio la
adaptación al deporte fue muy difícil, en este proceso el entrenador y sus
compañeros le ayudaron mucho y en la medida en que Paola se fue haciendo más
fuerte, evidenciando mejoría técnica y física, los otros jugadores empezaron
también a exigirle cada vez más y ese círculo de acción la fue haciendo cada
vez mejor jugadora, hasta ganarse el respeto de los demás y un lugar en el
equipo nacional; no por el hecho de ser mujer, sino por sus méritos en la
cancha.
El rugby se convirtió
en su mejor terapia; gracias a los exigentes entrenamientos no sólo logró consiguió
una mejor condición física y una mayor independencia en su vida cotidiana; sino,
tal vez lo más importante, cambió su manera de pensar y de relacionarse con el
mundo; el rugby la hizo más fuerte.
En
su condición de miembro de la selección nacional, Paola ha participado en
torneos en Polonia, Canadá, Paraguay, Suiza y Francia y en esta ruta ha tenido
la oportunidad de competir contra Brasil, Argentina, Polonia, Alemania, Canadá,
Nueva Zelanda y Estados Unidos, es decir, contra los mejores jugadores del
mundo, quienes le reconocen su calidad deportiva. Paola fue miembro del equipo
de rugby en silla de ruedas que logró para Colombia la medalla de bronce en los
Juegos Parapanamericanos de Toronto 2017.
En los partidos ella se
exige al máximo y sus rivales la enfrentan como a cualquier jugador de la
cancha y en el mundo del deporte, esta es la mejor manera de demostrar respeto.
Actualmente el rugby en
silla de ruedas ya es practicado en varias regiones del país y gracias a la
imagen de Paola, paulatinamente se han ido vinculando otras mujeres. Paola vive
en Bogotá, está iniciando sus estudios universitarios de psicología y sigue
siendo la única mujer miembro de la Selección Colombia.
“Desde afuera el rugby parece un deporte muy
rudo, pero no es tan difícil. En el
juego los hombres me tratan de igual a igual y eso a mí me gusta, no quiero que
piensen que porque soy mujer, soy delicada o me tienen que tratar con más
cuidado o chocar más suave. ¡No!!! en la cancha me gusta el mismo trato que les
dan a los otros jugadores”.
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