(Publicado en el libro FÚTBOL, IDENTIDADES Y NACIONALISMOS. Ed. Kinesis. 2014).
Resumen
En la década de los noventa
Suráfrica enfrentó la época más difícil
de su historia contemporánea. El país
estuvo sumido en una gran ola de violencia producto de la movilización de la
mayoría negra contra el sistema del Apartheid y de los enfrentamientos entre
los diferentes grupos étnicos. En ese
momento hubo una confusa confluencia de circunstancias, que fueron acertadamente
canalizadas a través del deporte y particularmente del rugby, orientadas hacia
la conformación de un nuevo concepto de nación.
La idea de “un equipo, un país”
permitió que se lograra una solución pacífica del conflicto a través de la
negociación, hecho que evitó el desangre del país y sembró la posibilidad de
una mirada esperanzadora hacia el futuro.
Abstract
In the nineties South
Africa faced the most difficult period in its modern history. The country was involved
in a wave of violence, the result of the mobilization of the black majority
against the Apartheid system, and of clashes between different ethnic groups.
At that time there was a confusing confluence of circumstances that were
rightly channeled through sport and particularly rugby, towards the creation of
a new concept of Nation. The idea of "One team, one country" allowed for a peaceful
solution through negotiation, a process that prevented bloodshed and sowed the seeds
of a positive outlook towards the future.
Introducción
El deporte, en todas sus
expresiones (recreativo, escolar, terapéutico, de base, de rendimiento, de
altos logros y principalmente como espectáculo de masas), ha sido siempre una
excelente herramienta para la transmisión de ideas. Desde la antigua Grecia, cuna de los Juegos
Olímpicos, versión inicial del deporte como organización autónoma, encontramos
el alto valor político del deporte competitivo.
En época de tregua sagrada los Juegos se convertían en la posibilidad de
enfrentar (y derrotar) al rival en un escenario simbólico. La simbología de la batalla en un mundo
permanentemente en guerra…”La guerra
–todo el mundo lo reconoció- formaba parte de la vida[1].
El deporte hace parte del
conjunto de valores (materiales y espirituales) que consolidan una tradición
nacional. Las referencias populares de hechos
históricos de un país se relacionan con frecuencia más con sus logros
deportivos que con hechos en cualquier otra esfera social. Las proezas
deportivas de un país son celebradas por la población en general, sin importar
diferencias temporales o permanentes, consolidándose así en el imaginario
colectivo, el denominado espíritu nacional.
“Una nación son sus narraciones[2] .
Finlandia fue el primer
país del mundo en que el éxito de sus atletas en la arena internacional fue
organizado sistemáticamente con el fin de fomentar la integración nacional de
la sociedad. Sus éxitos en el
atletismo, entre las guerras, no sólo fueron el resultado de una estructura metodológicamente
ordenada sino que fue una necesidad para la consolidación de una idea de país[3].
En el siglo XX tenemos
varios ejemplos de utilización del deporte con fines ideológicos. Caben aquí las movilizaciones de la juventud,
a través de los clubes, de Hitler, Mussolini y Franco; la utilización del Mundial
del 78 por los militares en Argentina[4]
o la confrontación política en el escenario olímpico de los grandes bloques
liderados por la Unión Soviética y los Estados Unidos en el marco de la guerra
fría.
En el mundo de hoy, el
deporte ha sobrepasado su esfera terapéutica y recreativa para convertirse en
una industria de crecimiento acelerado de magnitud sin precedentes. La globalización de las comunicaciones permite
seguir los logros de los atletas en tiempo real y los eventos deportivos ocupan
las franjas más importantes de la televisión. El deporte se ha convertido en el
principal vehículo de comunicación. Debido a su carácter apolítico (en esencia)
a sus posibilidades de práctica sin restricción de edad, raza, orientación
religiosa, política o de género[5],
el deporte ha logrado, lo que ninguna otra actividad social; la penetración
cultural a todos los países.
Suráfrica una compleja
amalgama de razas
Para el año 1990 Suráfrica
agrupaba en su territorio a cerca de 43 millones de personas. La
población negra (cerca de un 80% del total) estaba conformada por zulúes
(guerreros históricos y temidos), xhosas[6],
sothos y otros seis grupos tribales, todos con distintas lenguas, tradiciones y
con históricos resentimientos debido a permanentes conflictos entre ellos.
Los blancos, por su parte
eran cerca de cinco millones. La mayoría
de ellos (aproximadamente un 65%) eran
Afrikaners (o Afrikaans), descendientes de holandeses. En términos generales los Afrikaners eran
granjeros hijos de granjeros quienes
poseían grandes áreas de tierra y quienes consideraban que habían
adquirido el derecho a estar en más alto nivel jerárquico por haberlo ganado desde
el siglo XVII cuando le arrebataron la colonia a los portugueses. Los otros blancos eran los descendientes de
británicos (y algún porcentaje menor de inmigrantes de países europeos). Este grupo se dedicaba principalmente al mundo
de los negocios con empresas de minería.
La rivalidad entre estos
grupos se inició en el siglo XIX cuando los británicos ocuparon el territorio y fueron desplazando a
los afrikáners estableciendo extensas plantaciones de azúcar para lo cual
importaron a miles de personas, principalmente de la India. Posteriormente, con el descubrimiento de
ricos yacimientos de oro y diamantes (en territorio Afrikaans), llegaron al
territorio miles de inmigrantes de todas partes del Imperio Británico. La disputa por la tierra generó una tensión
permanente que desencadenó la guerra
Anglo-Boer[7],
un sangriento conflicto que finalizó con la victoria inglesa a principios del
siglo XX y que posteriormente condujo al nacimiento de Suráfrica como república
en 1910.
Las décadas siguientes se
caracterizaron por una permanente lucha entre los dos sectores blancos, los
afrikáners y los ingleses. Los negros, la
mayoría poblacional, estuvieron excluidos de cualquier consideración política y
fueron arrasados en la mayoría de los conflictos armados con los cuales
buscaron mayor autonomía y fueron sistemáticamente reducidos en espacio
geográfico.
Finalmente estaban los
mestizos y los indios (que no eran blancos, pero tampoco eran negros) aunque para
la mayoría de los efectos legales eran “no blancos” y su ubicación social fue siempre cambiante
dependiendo de los gobiernos de turno.
El Apartheid[8]
Luego de la Segunda Guerra
Mundial, el Partido Nacional de orientación afrikáner se estableció en el
gobierno e instauró el Apartheid en 1948, que fue la oficialización de la
política de discriminación que ya venía desarrollándose hacía varias décadas. Se
instituyó la Ley de Inscripción de la Población que determinaba la raza a la
que pertenecía cada individuo en una de las cuatro categorías, blanco, mestizo,
indio y negro. Existía una dura prohibición
para casarse con personas de otras razas que conllevó incluso a que hubiese
casos en los cuales personas de una raza solicitaban ante los tribunales ser
inscritos en otra raza para poder casarse.
Se sabe que algunas de ellas lo lograron.
El panorama del país fue
bastante polarizado; modernas ciudades (blancas) en las cuales se seguía la Ley
de Servicios Separados, que desde 1953, especificaba el acceso a los servicios
“solo para blancos” en bares, cines, sanitarios públicos, transporte, parques y
playas. En general en los centros de
entretenimiento el acceso estaba vetado a todo aquel que fuera catalogado como Kaffir[9]. Estos centros urbanos estaban siempre
rodeados de distritos negros, que era para los blancos algo así como una
borrosa imagen de una ciudad periférica en donde habitaban todos aquellos que
servían en diversos oficios y garantizaban el funcionamiento del sistema. Eran asentamientos caracterizados por el hacinamiento
y la pobreza con carencia de agua potable, electricidad y servicios de higiene.
Todo estaba reglamentado por la prohibición de vivir compartiendo las mismas
zonas residenciales establecido por la Ley de Áreas de Grupo.
La ley aprobó igualmente la
conformación de homelands o bantustans que eran estados negros con
una autonomía relativa que más que generar libertad reforzaba el concepto del
apartheid.
Los afrikáners eran los que
ostentaban el poder político del poder ejecutivo, legislativo y judicial. Dirigían el ejército, la policía y todos los
estamentos de inteligencia del estado.
Eran ellos los que tenían el control de las armas y los que sostenían el
sistema del Apartheid. Había policías negros de apoyo y algunos
cargos administrativos de bajo rango para sugerir alguna democracia en el
proceso. Una minoría blanca (cerca del 1%) entendía y apoyaba la lucha contra
el apartheid (a costo de correr riesgo de encarcelamiento), pero la mayoría blanca
vivía en el único sistema que siempre conoció. Para la mayoría de los negros,
el ser blanco ya implicaba culpa, el pasado los condenaba, por obra o por
omisión.
“Al igual que mis amigos, yo
nunca estuve muy enterado sobre el tema. Vivía en un barrio en el cual
solamente habitaban personas blancas. En mi casa siempre hubo una persona (negra)
que ayudaba en oficios varios. En mi escuela solo había estudiantes
blancos. Al año siguiente de la
liberación de Mandela ingresaron en mi escuela algunos estudiantes negros. En
cierta ocasión le pregunté a uno de ellos por qué no habían ingresado antes y
se quedó mirando entre molesto e impresionado por mi gran ignorancia”[10].
Como respuesta al sistema
en 1923 se fundó el Congreso Nacional Africano que se consolidó como la
organización antiapartheid. Para el gobierno
(y para la población blanca) el CNA era un grupo terrorista que pretendía
derrumbar el sistema. Sus miembros eran
perseguidos, encarcelados y muchas veces asesinados por la fuerza policial que realizaba
operaciones dentro y fuera del país.
El mundo condena el Apartheid
Desde el mismo momento de
la implantación del régimen se generaron iniciativas de rechazo en el seno de
diferentes organizaciones internacionales, entre ellas la ONU, la UNICEF, la
UNESCO y otras organizaciones sociales. Muchos países manifestaron su oposición
a este sistema, sin embargo muchos de ellos siguieron manteniendo relaciones
económicas con el país. Incluso algunos
países africanos.
Suráfrica fuera del
Movimiento Olímpico
Las limitadas posibilidades
de práctica deportiva de la población negra y su imposibilidad de conformar
seleccionados nacionales generaron airadas reacciones de la comunidad deportiva
internacional. Pese a estas manifestaciones
en contra de la política interna del país la denuncia no dio muchos resultados,
la verdadera batalla contra el Apartheid desde el deporte inició en 1964 cuando
el Comité Olímpico Internacional decidió excluir al país del evento de
Tokio. Suráfrica se movilizó intentando
su regreso para los Juegos de 1968 con un relativo éxito, sin embargo
previamente a la realización de los mismos 41 países anunciaron su retiro de
los Juegos si Suráfrica era readmitida en México. Este movimiento fue liderado
por varios países africanos apoyados por países de la Europa del Este además de
países miembros del bloque de los No Alineados.
Como resultado el COI canceló la invitación a Suráfrica.
En 1970 el país fue excluido
del movimiento olímpico y en 1974 el COI modificó la suspensión por la
expulsión con sanción extensiva a todo atleta o delegación que tomara parte en
eventos en ese país o a eventos en los cuales hubiera representación de atletas
de ese Suráfrica[11]. En el año 1976 en el marco de los Juegos
Olímpicos de Montreal 22 países africanos decidieron retirar sus delegaciones
debido a que el Comité Olímpico Internacional se negó a sancionar a Nueva
Zelanda debido a que su selección de rugby había realizado una gira por
Suráfrica violando la prohibición expresa. La delegación de Nueva Zelanda
argumento en su defensa que el rugby no era deporte olímpico y el COI y el
comité organizador asintieron.
A las sanciones del Movimiento
Olímpico se sumaron las de otras federaciones internacionales. La FIFA expulsó
a Suráfrica en 1963 y en 1970 el país fue excluido de la Copa Davis de Tenis. En
1977 los países miembros de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth)
firmaron el Acuerdo de Gleneagles que
desalentaba la participación de atletas de Suráfrica en los países miembros de
la Comunidad y de igual manera la participación de atletas de los países
miembros en eventos en ese país. En ese mismo año las Naciones Unidas en
asamblea general, emitió la Declaración Internacional contra el Apartheid en el
Deporte.
EL rugby, el alma de la
Suráfrica blanca
Ante esta sistemática
presión internacional el gobierno surafricano se dio entonces a la tarea de
celebrar eventos con premios en altas sumas de dinero para lograr evitar el
aislamiento deportivo. Como parte de la
estrategia fueron reclutados atletas reconocidos a nivel internacional que se
convirtieron en imágenes de estos eventos. Esta estrategia dio buenos
resultados en algunas modalidades (no olímpicas) tales como automovilismo, motociclismo,
golf, tenis (profesional)[12],
criquet[13],
boxeo (profesional) y obviamente el rugby[14].
Sumado a esto algunas federaciones nacionales crearon una tarjeta de “blancos
honorarios”[15] para atletas no blancos que por su calidad
deportiva podían participar de equipos nacionales. Esta situación jurídica, por razones obvias,
reforzaba aún más el carácter denigrante del racismo de estado. Pese a este panorama la IRB (International
Rugby Board) mantuvo buenas relaciones con Suráfrica debido a su alto nivel deportivo
y a la importancia del rugby en el país.
El rugby era para los
blancos (afrikaners) uno de los pilares sobre los cuales se sustentaba la
esencia de su ser. Junto con la religión
(Iglesia Holandesa Reformada) el rugby era aquello que hacía parte de su
existencia y los Springboks[16] eran su mayor símbolo. Suráfrica tenía un
alto nivel de rugby, uno de los mejores del mundo y sus jugadores eran ídolos
nacionales. Nunca faltó dinero para el deporte ya que era apoyado por grandes empresas.
A los negros no les gustaba
el rugby, no lo entendían, no les interesaba, lo odiaban, el rugby era el deporte
favorito de los blancos, de los enemigos,
de los que los humillaban diariamente, de los que los habían humillado toda la
vida. Aun así había algunos que lo entendían y eran aquellos los que siempre celebraban
cuando Suráfrica perdía contra los equipos extranjeros, así había sido
históricamente[17].
Los miembros del CNA
entendieron que si el gobierno tenía en sus deportistas de rugby a los “embajadores” de su país, había
que impedir que estos “embajadores” se presentaran en el extranjero. Se
organizó entonces un programa de boicot contra las competiciones deportivas
internacionales del rugby surafricano. Esta
estrategia conllevó a que el equipo no fuera invitado a tomar parte de torneos
internacionales y cuando competían en encuentros amistosos se generaran siempre
fuertes manifestaciones en contra del equipo y del país.
“La política del CNA de
aislamiento deportivo internacional, especialmente el aislamiento del rugby,
nos resultó muy dolorosa a los afrikáners.
Desde el punto de vista psicológico era un golpe cruel, porque el rugby
era un campo en el que sentíamos que, a pesar de ser un país pequeño, podíamos
tener la cabeza alta. Impedir que
jugáramos al rugby con el resto del mundo acabó siendo un instrumento de
influencia política increíblemente eficaz”[18].
Mandela el hombre de la
clave para detener la guerra
A finales de los años
ochenta el mundo estaba convulsionado por los grandes cambios políticos. La
caía del muro de Berlín, el derrumbe del sistema socialista, la salida de la
Unión Soviética de Afganistán, la victoria de Solidaridad en Polonia y las
protestas de Tiananmen hacían evidente un giro brusco en el ajedrez político
internacional. La URSS se concentró en
su propio proceso y eliminó la ayuda militar y financiera a gobiernos y
movimientos de orientación socialista en África. Por su parte, Estados Unidos
ya no necesitó más a su aliado en el continente y Suráfrica perdió su apoyo con
graves consecuencias en la esfera económica.
Desde 1986 se incrementaron
los brotes de violencia en el país y se aumentó el número de sangrientos
ataques entre los grupos étnicos, se desarrollaron serias revueltas en los
distritos negros y se gestó una gran movilización de masas. El país se estaba
saliendo de control. Los enfrentamientos
diarios fueron cubiertos por los medios de comunicación y esto generó el
aumento de la presión internacional. Muchas
empresas extranjeras abandonaron el territorio surafricano y varios países
europeos aprobaron sanciones económicas en su contra.
En 1989 mientras el CNA
librara una gran batalla diplomática en el mundo y mientras sus emisarios eran
recibidos por los gobernantes de todos los continentes, diversas organizaciones
civiles, sindicatos y organizaciones políticas iniciaron una campaña de
desobediencia civil. Se produjeron
cientos de manifestaciones que iniciaban con canciones de protesta en lengua
africana y terminaban en enfrentamientos de piedras de los participantes contra
las balas del estado. Un asunto en particular hacía de esta situación algo
extremadamente complejo. El Movimiento
Zulu de derecha denominado Inkatha compartía
con la derecha blanca el temor de que si el CNA llegaba al poder quisiera
vengarse por los actos violentos del pasado contra sus militantes. Fue así como
al verse apoyado por las fuerzas policiales del gobierno ejecutó sangrientas
acciones contra miembros del CNA y contra la población Zulú partidaria de ese
movimiento. El conflicto estaba desangrando al país. Suráfrica era una olla a presión a punto de
estallar. Había un temor generalizado de
una guerra civil. Muchos blancos se
proveyeron de armas y se consolidaron grupos de estrategia defensiva. Solo faltaba una chispa que prendiera este
enorme polvorín y hubo varias. El
asesinato de líderes negros estuvo a punto de detonar el conflicto, pero Mandela desde la cárcel y Desmond Tutú[19]
aplacaron a la multitud ávida de venganza y envalentonada por un naciente
sentimiento de fortaleza.
El principal problema era
lograr la posibilidad de sentarse a negociar cuando existía entre todos los
grupos étnicos un pasado de sangrientas heridas, odios históricos y conflictos
latentes. En ese estado crítico se hizo protagonista el hombre que estuvo
encarcelado durante 27 años acusado de terrorismo. Nelson Mandela salió libre aclamado por la
población negra surafricana y por la comunidad internacional. El gobierno lo
había liberado con el objetivo de iniciar negociaciones con el CNA y demás
grupos étnicos buscando una salida al conflicto.
La negociación desde la
demostración de fortaleza hasta la construcción de confianza
El tratamiento del conflicto
en Suráfrica tuvo varias fases, la preparación para la negociación, la negociación,
la finalización del conflicto y la reconciliación para la construcción del
nuevo país. Mandela se convirtió en el vocero del CNA y de la mayoría negra que
aclamaba una nueva constitución.
En una hábil estrategia
política, Mandela evitó focalizar la ira de la población negra contra los
blancos y la orientó contra el sistema del Apartheid. Esa fue su primera gran jugada. La segunda
fue tratar de convencer tanto a unos como a otros que un sistema democrático
sería mejor para todos. Es decir que
ninguna mayoría ni ninguna minoría podría privar a ningún individuo de sus
libertades individuales y se convirtió así en la clave para evitar el desangre
del país. Paulatinamente Mandela se fue
ganando el respeto y la confianza de los negociadores del sector blanco quienes
en cada reunión llegaban listos para enfrentar al enemigo y se encontraban con
un hombre que ponía todo su esfuerzo en salvar al país de la guerra civil
buscando salidas comunes.
Mandela y el CNA
entendieron que necesitaban generar confianza en la Suráfrica blanca y decidieron dar una muestra de esta
buena voluntad para quebrar esa tensión y acordaron entonces relajar el tema
del boicot al rugby. Sus delegados
empezaron a hacer gestiones para lograr que los Springboks volvieran al
escenario internacional y que los Afrikaners volvieran a sentir orgullo
nacional. Esa fue su tercera jugada,
utilizar el rugby como instrumento de reconciliación.
En agosto de 1992 el país jugó
su primer partido internacional (serio), en once años, contra Nueva Zelanda. El partido que se pensaba una ceremonia de
reconciliación se convirtió más en una declaración de guerra. Pese a la solicitud, expresa del CNA la
mayoría de los asistentes blancos ondearon las banderas del apartheid y entonaron
el viejo himno nacional (blanco) en un tono de desafío. Hubo entonces un gran
desacuerdo al interior del CNA sobre si se debía eliminar el boicot al rugby o
endurecerlo. Mandela se jugó entonces toda su habilidad para defender la idea
de mantener el rugby y fortalecerlo como estrategia de unidad nacional. Luego de arduas consideraciones su opinión se
impuso y los delegados continuaron su campaña internacional para eliminar la
prohibición y mostrar una nueva idea de Suráfrica. El equipo se dio entonces a jugar una densa
serie de partidos amistosos como forma de recuperar el tiempo perdido encontrándose
con un ambiente mucho más cálido que las protestas en contra tradicionales en
épocas anteriores. Al interior del país la población blanca estaba feliz viendo
a su equipo regresar a la arena internacional y lo mejor aún, de manera muy
exitosa.
En enero de 1993 los
surafricanos (blancos) recibieron la mejor noticia hasta el momento, Suráfrica
podría jugar la Copa Mundo del 1995 y lo mejor es que sería el país sede. Surgió entonces un nuevo problema; si bien
era claro para los miembros del CNA que acoger la Copa Mundo era una buena
oportunidad para contribuir con la integración del país, muchos de sus miembros
estaban en contra de mantener la imagen de los Springboks. El equipo de rugby era hasta ese entonces
todavía símbolo del apartheid y de la Suráfrica que se pretendía cambiar. Mandela previó lo que esto implicaría en el
contexto civil. Las fuerzas oscuras
encontraría así el gran motivo que estaban buscando para movilizarse y lograr
el apoyo de la población blanca. El
cambio de nombre les daría una razón para sentirse amenazados e iniciar
acciones. Mandela entendió que esto no
era solo una cuestión de nombre era arrebatarle a los afrikaners su último motivo
de orgullo. Tuvo entonces que luchar
ferozmente para que sus colegas lo entendieran y al final logró su cometido y
el nombre se conservó.
Se creó entonces lema que
reflejaba la situación perfectamente “un
equipo, un país”. Se nombró a Morne
du Plessis (ex capitán del equipo) y hombre de mentalidad progresista como
mánager del equipo. El traer un ídolo
del deporte al proceso trajo autoridad ante el grupo de jugadores y expectativa
favorable a los aficionados al rugby, y al país en general. En síntesis, credibilidad en el proceso. Du Pleiss entendió y se encargó de hacer
entender al equipo el momento histórico que se vivía y la responsabilidad
individual. No era un equipo que
representaba a los blancos, era un equipo que representaba a un país. Mandela
conocía bien el rugby y entendió que para llegar al equipo tenía que llegar primero
al capitán y fue así como se dedicó a estrechar una gran cercanía con Francois
Pienaar el debutante capitán del equipo.
Ambos tenían algo en común, estaban nuevos en sus cargos.
En ese año Nelson Mandela
recibió el Premio Nobel de la Paz junto a Frederik De Klerk, presidente de
Suráfrica, quien hasta hacía muy poco era considerado uno de sus peores
enemigos. En 1994 luego de las primeras
elecciones abiertas (por primera vez la población negra pudo votar) Mandela se
constituyó como presidente.
La construcción de una sola
idea de país
En la dinámica de este
proceso se necesitaban símbolos que pudieran cubrir a esa amplia gama de razas
y tradiciones para eliminar los resentimientos.
No había muchos elementos comunes a todos los grupos, ni la lengua, ni
el baile, ni la comida, ni las fiestas, ni la música, absolutamente todo estaba
sectorizado.
Fue así como el himno
nacional se cambió combinando fragmentos del himno viejo, el afrikaner y del
himno nuevo, el Nkosi Sikelele. El mánager, Du Pleiss tenía una tarea clara
convertir al equipo de los Springboks (el equipo de los afrikáners racistas) en
el equipo de todos los surafricanos.
Esta tarea tenía muchos frentes y el primero (y más importante) era que
los jugadores del equipo así lo entendieran.
Esto implicaba un sistemático trabajo de convicción, más allá de algunas
tareas operativas tales como aprender la letra del himno nuevo que estaba en
lengua xhosa, lengua que para los afrikaners históricamente había sido la
lengua enemiga. Aun así más allá de
lograr que aceptaran cantarlo debían hacerlo convencidos que era su himno y que
debían demostrar el mismo entusiasmo cantando la parte en afrikaner, en inglés y
en xhosa. Al final todo salió
bien. Conscientes de su rol histórico
los jugadores no solo lo aprendieron, lo cantaron orgullosos sino que lo
convirtieron en elemento motivador.
Paralelamente se desarrolló
un novedoso trabajo con el equipo que incluyó encuentros con Mandela y una
visita a Robben Island en donde éste estuvo recluido. Se erigió igualmente otro símbolo, Chester
Williams, el único no blanco del grupo, quien era de apariencia negra pero
“mestizo” según la ley de Inscripción de la Población. Su lengua nativa era el
afrikaner pero aun así siempre tuvo que soportar dificultades para lograr un
lugar en el grupo debido a su procedencia étnica. Chester además se volvió un
objetivo de márketing pues las empresas quisieron aprovechar su imagen para
llegar al naciente mercado negro del país.
Pero si lograr que los Springboks
se convirtieran en el equipo de toda Suráfrica aún más difícil lograr que la
población negra considerara que ese equipo de blancos en su mayoría afrikaners
era su equipo. La población negra del
país había odiado el equipo durante toda su vida y ahora Mandela les pedía que
lo apoyaran. El propio Mandela se dedicó
a recorrer el país para llevar el mensaje de unidad nacional y en muchas ocasiones su discurso de apoyo a
los Springboks era interrumpido por la muchedumbre que se negaba a aceptar como
suyo el símbolo más representativo de su enemigo. Pero Mandela insistió y
lideró el desarrollo de una campaña de medios de comunicación para que la
población negra aprendiera del juego y se fuera contagiando de emoción por los
logros. Paulatinamente los Springboks
dejaron de ser el equipo de los blancos para convertirse en el equipo de todos
los surafricanos. El equipo se dedicó
igualmente a visitar distritos negros y se fue generando una onda expansiva de
público que acompañaba su desplazamiento en las calles y que celebraba
estruendosamente los uno a uno triunfos de “su” selección.
El mundial de 1995
La canción oficial escogida
para la Copa del Mundo fue la Shosholoza,
una canción popular entre la población negra que entonaban tradicionalmente los
trabajadores (negros) de las minas de oro y en general acompañaba las labores
del campo. Era común escucharla en los
partidos de fútbol cuando la hinchada alentaba a sus equipos así que la mayoría
de los blancos la conocía bien, por lo tanto fue fácilmente adoptada y se
volvió popular durante la Copa del Mundo.
En el torneo el equipo
nacional fue derrotando (difícilmente) uno a uno sus rivales y pese a todo
pronóstico llegó hasta la final. El día
del gran juego frente a Nueva Zelanda la Shosholoza
sonaba de manera permanente durante el ingreso del público, luego con el
estadio abarrotado todo el público fue dirigido por un artista de moda quien
logró que más de 60.000 personas entonaran la canción. El estadio fue contagiado por un espíritu de
unidad, la nueva Suráfrica representada gracias al juego, a su equipo.
Mandela apareció en la cancha
antes del juego para recibir las selecciones.
Iba vestido con la camiseta verde de los Springboks, la camiseta que
durante 27 años de reclusión en la cárcel representó para él, como para
millones de surafricanos negros, el uniforme del enemigo. La camiseta que les recordaba a los negros a
los dueños de los automóviles que ellos conducían, de las casas que limpiaban,
de los campos que trabajaban, de las minas que les devoraban su juventud, de
los policías que los golpeaban y de los años de humillación. Ahora Mandela aparecía diciendo…es posible…Suráfrica
somos todos. El estadio enloqueció, los
blancos estaban trastornados viendo a Mandela vestido con la camiseta de los
Springboks. Mandela se ganó su afecto. En
ese momento todos los blancos tuvieron una revelación, comprendieron que
Mandela ya había hecho su trabajo y que
ahora les correspondía a ellos su parte.
Si hay perdón debe haber reconocimiento. El hombre que durante muchos años fue
catalogado como su peor enemigo ahora se presentaba en el estadio, que había
sido siempre como un templo para los afrikaners, vistiendo la camiseta de lo
más querido para ellos. En ese momento
lo reconocieron como suyo y todos lo aclamaron.
En un estadio con más de 62.000 personas, la mayoría de ellos blancos, se
escuchó un solo rumor Nelson!!! Nelson!!!.
Mandela no necesitó hacer
ningún discurso sobre el perdón y la reconciliación…él era el discurso…eso lo
entendieron los negros y los blancos. Mandela
dejó de ser el líder negro y se convirtió en el líder de Suráfrica, de la nueva
Suráfrica. En ese momento la relación
entre negros y blancos cambió para siempre, salía un nuevo sol. El triunfo del equipo selló ese inicio de una
nueva era en la historia de Suráfrica.
Epílogo
Suráfrica enfrenta hoy en
día muchos retos. Lejos está el país de conformar una sociedad realmente integrada. La fragmentación social por razas sigue
siendo la constante y existe una gran brecha entre las posibilidades de
educación y empleo para los blancos y las oportunidades para las personas de
otras razas. La desigualdad y los odios
históricos siguen generando violencia y aún no existe una percepción
generalizada sobre su pasado y su futuro.
Según el Banco Mundial Suráfrica es el segundo país más desigual del
mundo después de Namibia[20].
Pero esta es tal vez la mejor versión de
lo que pudo haber sido el país. La afortunada confluencia de acciones, figuras
y héroes evitó que la nación hubiera tomado el camino de la violencia total. En ese convulsionado escenario el deporte se
constituyó en poderosa herramienta para mover voluntades y permitir así el
reconocimiento del otro como base para la negociación y para una salida no
violenta del conflicto. El deporte ayudó
de manera fundamental a conformar el concepto de “La Nación del Arco Iris” como
la llamó Mandela. La nación de la esperanza.
Referencias bibliográficas
ALABARCES, Pablo. Fútbol y patria. Buenos Aires. Ed. Prometeo. 2008.
CARLIN, John. El Factor Humano. Barcelona. Ed. Seix Barral. 2009.
De KLERK, Frederik. Sudáfrica: Construyendo paz, prosperidad y
justicia en el postconflicto. Memorias
VI Foro Fundación Saldarriaga Concha.
Bogotá. 2013.
ENCICLOPEDIA OLIMPICA. Moscú.
Ed. Enciclopedia Soviética. 1980.
FERRERO, Lía M, SAZBÓN,
Daniel. Argentina 78: la Nación en
juego. En: Le Sport en Amérique Latine. Tolouse. Ed. Presses Universitaires du Mirail,
2007. P. 139-155
FINLEY, M.. Los Griegos de
la Antigüedad. La Habana. Instituto Cubano del Libro. 1973. P. 55
LÜSCHEN, G. WEIS, K.
Sociología del Deporte. Ed.
Hermann Luchterhand. RDA.
MANDELA, Nelson. El largo camino hacia la libertad. Bogotá.
Ed. Aguilar. 2010.
RUIZ, Raudol. El Deporte de hoy. La Habana. Ed. Científico técnica. 1992.
SALVADOR, José Luis. El Deporte en Occidente. Madrid. Ed. Cátedra. 2004.
SIMSON, V, JENNINSGS,
A. Los Señores de los Anillos. Bogotá.
Ed. Norma. 1992.
[2] “Tuve un par de
indicaciones críticas que me recordaban que una nación son sus narraciones,
pero que no sólo son sus narraciones…” Pablo Alabarcés en Fútbol y Patria.
[3] Finlandia estuvo cerca de 700 años bajo la dominación sueca y
posteriormente pasó a ser parte del Imperio Ruso. El país consiguió su independencia en 1918 pero
tuvo que soportar una cruenta guerra civil debido a la injerencia de potencias
extranjeras y requirió de diferentes medios para fortalecer el concepto de país.
[4] El Mundial de Fútbol se desarrolló durante la dictadura militar. Pese a
la campaña contra el gobierno desarrollada por miles de exilados y por
organizaciones internacionales que denunciaban las prácticas represivas del
gobierno, el mundial se desarrolló con éxito para la organización y generó una
actitud, por lo menos de manera temporal, de aceptación del régimen.
[5] En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, por primera vez en la historia
olímpica, todas las delegaciones incluyeron mujeres en sus equipos representativos. Este fue un lineamiento del Comité Olímpico
Internacional que tuvo que defender y exigir (incluso con amenazas de exclusión)
a países que se mostraron reticentes a la medida.
[9] Palabra despectiva en afrikáner para referirse
a la población negra. Su significado original era ‘no creyente (cristiano)’
[10] JM, ciudadano surafricano.
[11] Suráfrica participó en los Juegos Olímpicos desde 1904 hasta 1960 luego
de esto fue excluida del Movimiento Olímpico hasta el año 1992 cuando fue
readmitida luego de las reformas políticas del país.
[12] El tenis hizo parte de los Juegos Olímpicos en rama masculina, femenina
y dobles hasta 1924. Se jugó como
demostración en 1968 (masculino) y en 1984 como competencia (masculino). En
rama femenina y dobles solo regresó en Seúl 1988. Ese evento se considera la primera
participación de tenistas profesionales en el escenario olímpico.
[13] La Copa Mundo de criquet que se celebra desde 1975 es considerado el
cuarto evento más importante del mundo luego del Campeonato Mundial de Fútbol,
los Juegos Olímpicos y el Campeonato Mundial de Rugby.
[14] El rugby, en la modalidad de sevens (siete jugadores) debutará en Río
2016. Este deporte había sido parte del programa en 1900, 1908, 1920 y 1924.
[16] Nombre del equipo nacional de rugby de Suráfrica y extensivamente de
otras selecciones nacionales
[17] En su autobiografía Mandela cuenta como
durante su reclusión en Robben Island los internos celebraban las derrotas de los Springboks para hacer
enojar a los guardias del penal.
[18] Niël Barnard, Jefe del Servicio de Inteligencia surafricando durante el
gobierno de Botha y de De Klerk.
[19] Desmond Tutu es un sacerdote anglicano y activista por los derechos
quien junto con Mandela han sido reconocidos a nivel internacional como
principales líderes contra el Apartheid.
Tutu recibió el Premio Nobel de Paz en 1984.
No hay comentarios
Publicar un comentario